ATENCIÓN, PUEDE HABER «SPOILERS»
La miniserie británica Adolescencia, disponible en Netflix, ha generado un intenso debate social y psicológico. Con tan solo cuatro episodios, esta producción aborda temas cruciales como la salud mental juvenil, la violencia de género y la influencia de las redes sociales en los adolescentes. A través de la historia de Jamie Miller, un adolescente de 13 años acusado del asesinato de una compañera de clase, la serie invita a reflexionar sobre los factores que pueden llevar a un joven a cometer actos extremos.
¿Cómo retrata la serie a los adolescentes?
La serie Adolescencia ofrece un retrato implacable, lúcido y profundamente inquietante de la adolescencia contemporánea. Lejos de idealizar o caricaturizar a los jóvenes, los muestra en su complejidad: emocionalmente fragmentados, sometidos a una presión constante para encajar, y con una notable carencia de herramientas para gestionar sus emociones. Jamie, el protagonista, encarna la figura de un adolescente común, no especialmente problemático en apariencia, pero sí emocionalmente desbordado por una realidad que le sobrepasa. La serie lo dibuja como un joven que transita entre la invisibilidad afectiva y la sobreexposición digital, sin una red de contención sólida ni un adulto que le sirva de ancla o referente emocional claro.
Los adolescentes que aparecen en la trama no son “malos”, ni tampoco simplemente víctimas. Son, en muchos casos, producto de una sociedad que les exige madurez precoz mientras les niega espacios reales para ser escuchados. Se mueven entre la indiferencia de los adultos, la tiranía de las apariencias en redes sociales y la constante amenaza de exclusión por parte de sus pares. La serie no moraliza, pero tampoco absuelve: expone. Y al hacerlo, lanza una advertencia urgente sobre el abandono emocional al que muchos adolescentes están siendo sometidos en silencio, en medio de entornos que priorizan la imagen, la velocidad y el rendimiento, pero olvidan la ternura, la contención y la escucha genuina.
¿Y qué hay de los adultos responsables?
La serie también pone en evidencia la distancia emocional que puede existir entre padres e hijos. Los padres de Jamie, aunque preocupados por su hijo, muestran dificultades para comprender y abordar sus necesidades emocionales. Esta desconexión refleja una problemática común en muchas familias, donde la falta de comunicación y entendimiento puede agravar los conflictos adolescentes. Es esencial que los adultos responsables estén atentos y dispuestos a establecer un diálogo abierto y empático con los jóvenes.
¿Qué es un incel?
El término «incel» proviene del inglés «involuntary celibate» (célibe involuntario) y se refiere a hombres que, al no lograr establecer relaciones afectivas o sexuales, desarrollan resentimiento hacia las mujeres y la sociedad. Esta ideología misógina ha encontrado un espacio en internet, donde comunidades incel comparten discursos de odio y violencia. En la serie, Jamie se ve influenciado por estos contenidos, lo que evidencia cómo los adolescentes pueden ser vulnerables a este tipo de mensajes si no cuentan con una orientación adecuada.
El peligro de los influencers y la manosfera
En la serie Adolescencia, se observa con inquietante claridad cómo ciertos influencers y discursos digitales ejercen una influencia casi hipnótica sobre los jóvenes. No se trata solo de personas con millones de seguidores que promueven productos, sino de figuras carismáticas que moldean pensamientos, actitudes y valores. Muchos adolescentes encuentran en ellos referentes de comportamiento, de identidad y de “éxito” en un momento de profunda vulnerabilidad. Algunos de estos influencers, lejos de promover el pensamiento crítico, difunden mensajes simplistas, extremos y, en no pocos casos, peligrosos. En el contexto español, nombres como Álvaro Reyes, conocido por sus polémicos talleres de seducción que trivializan el consentimiento, o figuras como David Santos (“Un Tío Blanco Hetero”), que desde una supuesta crítica al feminismo alimenta discursos reactivos y reduccionistas, han captado la atención de miles de jóvenes. Estos referentes operan en plataformas como YouTube, Instagram o TikTok, donde su retórica se cuela con facilidad en los algoritmos que consumen los adolescentes.
La manosfera, por su parte, representa uno de los rincones más oscuros y virulentos de internet. Se trata de un conglomerado de foros, canales y comunidades donde proliferan discursos misóginos, antifeministas y profundamente deshumanizantes. Desde la exaltación de la «superioridad masculina» hasta la justificación de la violencia contra las mujeres, la manosfera ofrece una narrativa estructurada, atractiva y peligrosa para adolescentes que buscan certezas en un mundo que se les presenta como caótico. En España, muchos de estos mensajes se filtran de forma disfrazada a través de podcasts o vídeos de divulgación aparentemente “neutrales”, que acaban reforzando estereotipos machistas y discursos de odio. La serie muestra cómo estos contenidos se insertan de manera sutil pero constante en el día a día de los adolescentes, modelando su visión del mundo sin que apenas se den cuenta. Sin acompañamiento, sin diálogo, sin límites, los adolescentes quedan a merced de una maquinaria ideológica que no educa: adoctrina.
¿Son machistas los adolescentes?
La serie Adolescencia deja en evidencia un fenómeno cada vez más preocupante: el resurgimiento del machismo entre los jóvenes. Muchos adolescentes, lejos de haber interiorizado los avances en igualdad de género, reproducen discursos y actitudes profundamente sexistas. No se trata solo de comentarios desafortunados o chistes de mal gusto; hablamos de una ideología que se infiltra en su manera de entender las relaciones, el poder y la masculinidad. Insultos a compañeras, control sobre las novias, desconfianza hacia el feminismo y el uso de redes sociales para humillar o cosificar a las chicas son realidades que se repiten en institutos y espacios virtuales con una frecuencia alarmante. La serie retrata con precisión esa normalización de la violencia simbólica: chicos que se sienten superiores, chicas que asumen con resignación ciertos roles, y adultos que, muchas veces, miran hacia otro lado.
Este nuevo machismo juvenil no surge de la nada. Se alimenta de un entorno digital saturado de referentes que banalizan la desigualdad o incluso la glorifican. Influencers que ridiculizan las luchas feministas, discursos que presentan a los hombres como víctimas del sistema, y comunidades que promueven una virilidad tóxica contribuyen a construir una masculinidad defensiva, rígida y, en ocasiones, agresiva. En un contexto de desorientación emocional, muchos adolescentes se aferran a estas ideas porque les ofrecen identidad, pertenencia y un falso sentido de control. Pero lo que comienza como una búsqueda de seguridad puede derivar en intolerancia, aislamiento y violencia. Educar en igualdad, fomentar el pensamiento crítico y crear espacios seguros para que los adolescentes hablen de lo que sienten es hoy más urgente que nunca. Porque sí, los adolescentes pueden ser machistas. Pero también pueden desaprender, reconstruirse y ser agentes del cambio. Siempre que los adultos estemos presentes, conscientes y dispuestos a implicarnos.
Reflexión sobre la serie
La serie Adolescencia nos confronta con una verdad incómoda: hemos dejado a los jóvenes solos en una etapa donde más necesitan ser vistos, escuchados y guiados. Jamie, como tantos otros adolescentes reales, no es producto de un solo fallo, sino del abandono silencioso de muchos pequeños gestos de conexión, atención y límites. La soledad emocional no siempre es explícita. A veces, se camufla entre pantallas, rutinas aceleradas y frases vacías como “ya hablaré con él mañana”.
Educar en las emociones no es opcional. Es una urgencia. No basta con saber si nuestro hijo ha hecho los deberes o ha comido; hay que saber cómo se siente, con qué sueña, qué le duele. Escuchar no es simplemente oír, sino validar. Es decirle con la mirada y el cuerpo: “estoy contigo, incluso cuando no sepas cómo decir lo que te pasa”.
Pero el amor no se contradice con los límites. Al contrario, los necesita. Decir “hasta aquí” también es educar. Crear espacios sin pantallas, sin el ruido constante de estímulos digitales, es devolverle al adolescente un refugio para escucharse a sí mismo. Las redes sociales, cuando se usan sin acompañamiento ni reflexión, actúan como una fuerza moldeadora más poderosa que la escuela o la familia. Es ahí donde aprenden qué es “ser hombre”, cómo deben comportarse, qué se espera de ellos. Y muchas veces, lo que aprenden es violencia, odio y desconexión emocional.
La masculinidad también se educa. Enseñar que sentir no es debilidad, que llorar no resta valor, que cuidar no es cosa de mujeres. Hacer esto requiere una crianza desde la conciencia: estar ahí de forma real, no solo física, sino emocional. Presentes con atención, con mirada curiosa, con límites claros y con una escucha profunda.
La serie no es solo un espejo de lo que está mal. Es una llamada de atención para mirar hacia nuestros propios hogares y preguntarnos: ¿estoy verdaderamente acompañando a mi hijo en su adolescencia? ¿o lo estoy dejando a merced de una selva digital sin brújula emocional? La respuesta a esta pregunta puede ser el inicio de una transformación. Una que comienza con una conversación, una norma clara, una presencia auténtica.
¿Cómo ayudar y comprender a los más jóvenes?
Desde AC Psicología, se enfatiza la importancia de una intervención temprana y multidisciplinaria para abordar las problemáticas adolescentes. Es esencial fomentar espacios de diálogo donde los jóvenes se sientan escuchados y comprendidos. La terapia para adolescentes en Cartagena puede ser una herramienta eficaz para mejorar la comunicación y fortalecer los vínculos afectivos. Además, es crucial educar a los adolescentes sobre el uso responsable de las redes sociales y promover valores de respeto e igualdad.
Para más información y apoyo, puedes visitar AC Psicología en Cartagena, donde un equipo de profesionales está dispuesto a ayudarte a comprender y acompañar a tu hijo/a en esta etapa crucial de su vida.

Javier Aparicio Mercader es un psicólogo con una vasta experiencia y una sólida formación en múltiples áreas de la psicología. Con una carrera que abarca más de una década, Javier ha desempeñado roles clave como psicólogo escolar, clínico, forense, orientador, psicoterapeuta y psicólogo infantil. Su dedicación y compromiso con la profesión se reflejan en su profundo conocimiento y habilidades en cada uno de estos campos.
Durante los últimos 10 años, Javier ha trabajado incansablemente para mejorar la salud mental y el bienestar de sus pacientes. Ha acumulado una amplia experiencia, permitiéndole abordar una variedad de problemáticas con una perspectiva holística y bien informada. Su enfoque integral le permite proporcionar tratamientos personalizados y efectivos, adaptándose a las necesidades específicas de cada individuo.
Desde hace 5 años, Javier dirige su propio gabinete de psicología, donde lidera un equipo de profesionales altamente capacitados. Este equipo multidisciplinario trabaja en conjunto para ofrecer servicios especializados en todas las ramas de la psicología, incluyendo la atención a trastornos emocionales, conductuales y de desarrollo en niños, adolescentes y adultos. Bajo su liderazgo, el gabinete se ha convertido en un referente en el campo de la psicología, ofreciendo un entorno seguro y de apoyo donde los pacientes pueden explorar y superar sus desafíos personales.
Javier es conocido por su enfoque estratégico y su capacidad para establecer una conexión auténtica con sus pacientes. Su pasión por la psicología y su deseo de ayudar a los demás lo impulsan a mantenerse actualizado con las últimas investigaciones y técnicas terapéuticas. Esto le permite ofrecer intervenciones basadas en la evidencia que promueven cambios significativos y duraderos en la vida de sus pacientes.