DIETAS MILAGRO: OBSESIÓN POR UN CUERPO 10
En primer lugar debemos plantearnos una pregunta: ¿Puedo tener el cuerpo que quiero?
Esta pregunta se plantea muchas veces en los medios de comunicación, anuncios, el mundo de la moda… y en general la sociedad la responde de manera firme y rotunda “SI”… Pero no es así, existen unas características físicas básicas de las personas que vienen determinadas genéticamente. Las influencias externas como dietas o regímenes sólo pueden producir pequeñas modificaciones a no ser que se atente contra la salud.
Sabemos que no se puede regular la estatura: quizás hubieras preferido medir 10 centímetros más, pero sabes que no es posible. Si tienes una piel muy blanca, nunca vas a conseguir que sea morena, aunque la expongas muchas horas al sol. Si extremas mucho esta exposición, lo único que lograrás es quemar tu piel, no volverla morena. ¿Por qué en cambio sí que se piensa que se puede modificar la silueta cambiando totalmente los muslos o caderas?
Del mismo modo que con el tono de piel o la estatura, si se altera de manera extrema la alimentación, evidentemente estaremos más delgados, pero no será una delgadez sana, sino que nos encontraremos a la misma persona con un cuerpo enfermo, que además seguirá manteniendo las mismas proporciones que tenía, porque la estructura ósea no se puede cambiar.
Una cuestión es la silueta que se desea y otra muy distinta la que se tiene. Hablamos de la diferencia entre el peso ideal y el peso biológico.
Lo primero es entender que es el peso biológico: aquel que tiene una persona debido a sus características físicas individuales, genéticamente determinadas, cuando mantiene unos hábitos alimentarios correctos. Unas personas son naturalmente delgadas; otras gruesas; unas son morenas, otras rubias, o altas o con los ojos color miel… No se puede cambiar ninguna de esas características porque son debidas a la herencia genética. La diferencia entre ser delgado o grueso no depende tanto de los hábitos alimentarios de una persona, como de la capacidad que tienen sus células para gastar más o menos energía y almacenar más o menos grasa. Y esta capacidad es en gran parte innata.
Habrás visto que, comiendo de forma parecida, unas personas están más gruesas que otras. Y también hay otras personas que se pasan toda la vida haciendo dieta sin conseguir descender de peso. Aunque está demostrado que las dietas suelen ser eficaces, la reducción de peso es casi siempre a corto plazo y quienes siguen dieta habitualmente solamente consiguen mantenerse por debajo de su peso natural mientras que la están practicando, pero cuando la suspenden, recuperan su peso anterior. Las dietas no son, por tanto, efectivas para cambiar nuestro cuerpo. Además, ¿no es extraño que si realmente funcionaran las dietas tal y como nos las venden, sigan sacando modos novedosos de adelgazamiento? Todas las técnicas revolucionarias dejan de serlo en poco tiempo, puesto que aparecen otras supuestamente mejores. Esto se da porque no hay una dieta milagrosa, que moldee nuestro peso a nuestro gusto, sin atentar contra nuestra salud.
Un ejemplo de lo anterior se ve muy bien tomando como modelo un péndulo. Este aparato consiste en una pequeña esfera suspendida en un hilo. Si no se ejerce ninguna fuerza sobre la esfera, esta permanece siempre en el mismo punto. Si se le da un pequeño empujón, se desplaza hacia donde la hemos empujado, pero después, espontáneamente, vuelve a recuperar su punto de equilibrio. Para que la esfera (y, del mismo modo, nuestro peso biológico) permaneciera en el lugar hacia el que la empujamos, deberíamos sostenerla ahí permanentemente.
Para conseguir mantener el peso por debajo del biológico hay que estar permanentemente haciendo dieta o recurriendo a otras conductas anómalas. Si te fijas al dejar de sujetar la esfera hacia lo que sería un peso inferior, el péndulo se desplaza al lado contrario, sin que nosotros lo empujemos. Lo mismo puede ocurrir con el peso, al dejar de hacer la dieta el peso puede aumentar por encima de nuestro peso biológico, pero si no actuamos sobre ello, volverá a su punto medio, es decir nuestro peso biológico., cuando la normalidad alimentaria se haya convertido en un hábito.
Al realizar dietas u otros tratamientos atentando contra nuestra salud, el cuerpo intenta suplir el aporte calórico necesario disminuyendo la tasa de su metabolismo, enlenteciendo el proceso digestivo o reduciendo el ritmo cardíaco. Por otra parte, en personas que estaban por debajo de su peso biológico debido a una dieta permanente, una ración normal de comida produce un aumento de peso, mientras que en las personas con alimentación normal no se da ese aumento, ya que lo relevante es la proporción que guarda una comida respecto al ritmo metabólico del organismo.
AC Psicología / By Javier Aparicio
0 comentarios